Por “Gobernanza” entendemos el proceso de control estratégico que asegura que una organización pueda alcanzar sus objetivos en un entorno complejo en el que se manifiestan diversos intereses, los cuales deben ser balanceados y equilibrados para asegurar cohesión, sostenibilidad y cumplimiento.
En un ecosistema organizacional dinámico, los problemas de gobernanza suelen ser la causa efectiva para el declive y la desaparición de muchos proyectos.
El ambiente complejo en que se desempeñan las organizaciones modernas les obliga a desarrollar modelos de organización apropiados y flexibles que les garanticen su integralidad y continuidad operacional.
Los potenciales conflictos entre grupos de interés, la superposiciones y luchas de poder, la dificultad para visualizar los riesgos y las oportunidades, las debilidades en la articulación de estrategias, tácticas y operaciones, las dificultades para mantener un clima organizacional estimulante, son, entre otras muchas, amenazas significativas a la supervivencia que deben ser abordadas y controladas.
Por fortuna, las buenas prácticas de gobernanza han sido estudiadas y sistematizadas profusamente por la literatura gerencial moderna.
Algunas de esas prácticas comunes han sido consideradas como elementos esenciales a cualquier arreglo organizacional orientado a construir un sistema de gobernanza efectivo, a saber:
- Seleccionar apropiada todos los equipos, especialmente de la integración de la alta dirección, asegurando competencias combinadas que se correspondan con el nivel de complejidad y los desafíos organizacionales, en este sentido es importante conformar un equipo con la mayor amplitud de competencias, saberes y experiencias posibles y pertinentes.
- Definir espacios de participación relevante en la formulación de estrategias, análisis de riesgos, toma de conocimiento de informaciones claves, socialización de estrategias y definición de políticas, como medio para incrementar el nivel de calidad y legitimidad de las decisiones estratégicas.
- Definir claramente las funciones y responsabilidades de cada actor o grupo, especialmente de los roles estratégicos y decisorios.
- Documentar las prácticas y proteger la información clave.
- Gestionar riesgos de manera integral y sistémica, el entendimiento de los riesgos y la gestión de los mecanismos de monitoreo y control son recursos indispensables para la sostenibilidad de una organización.
- Monitorear permanentemente el desempeño, asegurando objetividad, sistematicidad y amplitud del monitoreo, evitando sesgos y zonas grises, todo lo relevante debe ser medido y comparado de manera continua.
- Construir una cultura financiera en los grupos no-financieros y una cultura misional en todo el equipo, de manera que se cree una lengua común y diferenciadora del equipo de gobierno. Es fundamental que el pensamiento financiero esté presente siempre como un recurso racionalizante de las decisiones.
- Formular y poner en práctica planes de desarrollo, sucesión y continuidad para asegurar que se fortalezcan las competencias organizacionales y se minimicen los riesgos de continuidad y consistencia.
- Cuidar y fortalecer la reputación basada en el desempeño y el valor agregado, como fuente para consolidar las relaciones con grupos de interés críticos como usuarios, clientes, proveedores, fundadores, reguladores y otros.
- Apego a la visión estratégica y los valores éticos para asegurar cohesión y construcción de una cultura organizacional efectiva y diferenciada.
Por supuesto que cada organización es distinta y cada momento es irrepetible, estas son algunos criterios que han mostrado efectividad general en aquellas organizaciones que lo han seguido, pero cada entidad debería realizar un ejercicio para determinar la estructura de gobernanza con la que debe operar para asegurar el alcance de sus metas.
Por: Porfirio Quezada.
Director Ejecutivo MCG.